De una caracola fluye la semilla en la semilla une todos los perfumes los de la muerte y la vida
Cuando inventó la dulzura nació el fruto y el aroma su lecho es toda la tierra rie cuando todos dudan
Esa dulce caracola pan semilla pecho ardiente puede ser la Rigoberta en Guatemala y su gente puede buscar a sus nietos plaza de mayo impaciente o tantas que sin justicia en Juárez siguen silentes siguen silentes...
Inventoras de vertientes harina que multiplica el pan que muchos no tienen y que sus manos abrigan
Hay caracolas del mundo Gladis, Frida, Joan, Violeta son perfume de muchachas miradas siempre despierta
Esa dulce caracola pan semilla pecho ardiente puede ser la Rigoberta en Guatemala y su gente puede buscar a sus nietos plaza de mayo impaciente o tantas que sin justicia en Juárez siguen silentes siguen silentes....
Tengo mis dudas. No sé que hacer si soplar estos Tragopogones dubius o quedarme con los miles de Taraxacum officinale. Sólo el nombre de los tragopogones ya asusta, sin contar con la duda que arrastran. ¿Creíais que todos eran dientecitos de león? Pues no. Los tragopogones son duros de soplar, las folerpiñas están muy aferradas y son muy roñosas a la hora de conceder. Así que decido y confío en mi capacidad pulmonar pues la lámpara de Aladino no aparece. Ahí sí. Sería cuestión de frotar y el geniecillo a la orden. Aquí no vale eso. Aquí hace falta soplar y no parar, como en el cuento de los tres cerditos, soplaré, soplaré y la casa derribaré. Dicen que no diga nada de los deseos pues no se cumplirán. Hecho, me callo. Sólo diré que no soy ambiciosa. Y puede que lo que quiera esté al alcance de mi mano sin tener que soplar. Querer lo que dice la canción de Guadi Galego parece sencillo, pero intenten como dice comprar un Abril a alguien. Y es que Abril no se compra, se comparte. Y este año Abril se desbordó de primavera.
Consejo: llevemos a cabo nuestros sueños antes de que los sieguen. O hagámonos revolucionarios.
QUIXERA (Guadi Galego y Guillermo Fernandez de su disco 'ESPIDO')
Quixera mirarte poder respirar , a vida é un regalo que ti " me ves" a dar ai quixera mirar as túas mans ao despertar e o vento do sol que me trae a paz
Quixera mirarte deixa que me achegue tratarte moi doce e comprarche un abril ai quixera mirar os teus ollos e sorrir e o vento do sol que me trae a paz
ritmo lento que me abanas tráfico de sentimentos ritmo lento que me abanas tráfico de sentimentos
quixera contarche como sobrevivir darche o remedio pra sempre sorrir ai quixera sentir que esta noite vas a vir e o vento do sol que me trae a paz quixera mirarte poder respirar, a vida é un regalo que ti "me ves " a dar ai quixera mirar as túas mans ao despertar e o vento do sol que me trae a paz
ritmo lento que me abanas tráfico de sentimentos ritmo lento que me abanas tráfico de sentimentos
Hay quien prefiere llamar a la mariposa macaón mariposa de cola de golondrina. ¿Adivináis por qué? Tiempo me ha llevado conseguir la cola de la golondrina. Al final accedió a volar. En las golondrinas también se forma una crisálida, pero de barro. Lo del gusano y la metamorfosis ya es otro cantar.
Y como aquí estamos para admirar y no para cazar es por lo que propongo la historia de este cazador que no haya ocasión de tirar a perdiz y codorniz. A cambio, pastora se le cruza y amor le zurce con violetas:
Si em tira l’amor i em toca, si em toca bé em tocarà.
Canción popular catalana.
1. Una matinada fresca vaig sortir per ‘nar a caçar; no en trobo perdiu ni guatlla per a poder-li tirar. Si em tira l’amor i em toca, si em toca bé em tocarà.
2. Sinó una pobra pastora que en guardava el bestiar. Ja la trobo adormideta a la vora d’un canyar. Si em tira...
3. De tan boniqueta que era no la goso despertar. En cullo un pom de violes, al pit les hi vaig tirar. Si em tira...
4. Les violes eren fresques, la pastora es despertà. Quan en fou despertadeta tots els colors trasmudà. Si em tira...
Ay luna que reluzes, Toda la noche m 'alumbres. Ay luna tan bella Alumbresme a la sierra; Por do vaya y venga Ay luna que reluzes Toda la noche m'alumbres.
La luna aquí. ¿Quién da más? Me refiero a luz. La luna como unicornio de luz, como la amapola blanca. La luna que nos cabe en el bolsillo y que nos tiñe de cielo. No me atrevería a decir nada de la luna si no fuese porque me provoca. Y yo la reto, sal y métete en mi ojo, serás por donde yo vea en la sierra cuando de casa salga. Asumimos el reto ambas.
¿Con qué la lavaré, la tez de la mi cara? ¿Con qué la lavaré, que vivo mal penada?
Lávanse las casadas con agua de limones; Lávome yo, cuitada, con penas y dolores.
Mi gran blancura y tez la tengo yo gastada ¿Con qué la lavaré, que vivo mal penada?
Hay una palabra que por mi tierra se utiliza mucho: chumeto/a. Se suele aplicar a aquella persona muy curiosa pero que no llega al estadio de cotillez morbosa. Y ahora me juzgaréis si yo soy chumeta o no. No tenía nada que ver con la novia ni con la boda. Ni era la reportera oficial. Eso sí, por mi cuenta y riesgo decidí hacer mis fotos extraoficiales. Decir de antemano que sí conocía a muchos invitados, pues la boda era en mi pueblo.
Y es que de una boda lo que siempre me ha interesado es el tirabuzón: esa lógica espiral del cabello que le aporta elasticidad y hasta un punto subversivo.¡Y anda si es postizo! No lo creo en este caso. Lo cierto es que el tirabuzón está para que te entren ganas de tirar de él y comprobar su capacidad de retroceso ya que las bodas son muy rígidas (menos las de Camacho, en el Quijote): que si el perdón de los pecados, que si el amor eterno, que si el arroz.
Y prueba de la importancia del tirabuzón es el afán de conjuntar al vehículo nupcial (en este caso no era un Citroën sino un Passat azul, esto va por los posibles Watson). Su tirabuzoncito blanco para que te dejen vía libre es esencial.
Al final, cuando la ceremonia concluye y ellos se van, el tirabuzón se entronca con las nubes, se difumina. Es como entrar en una felicidad tipo celeste. Y comieron perdices.
Ostras, un Rolls Royce. Éso pensé al doblar la calle. Con chófer y todo. ¿Quién será la esposa? ¿Dirán un sí hasta que el divorcio les separe? Pero el asunto para mí no eran los desposados sino el impecable coche que como espejismo me traslado al Rolls. Afiné la vista a ver si veía la Victoria de Samotracia y nada. Aquí quieren dar el pego, volví a pensar. Bajé la vista y me sobresalté: BBB. A ver, decidme, qué si no: bueno, bonito y barato. Las tres B de que contaba el cochecito nupcial. Y fue darme la vuelta y recrearme en la matrícula y en su marca francesa: CITROËN. Al final me di cuenta que en el costado de la iglesia, junto al porche (no la marca de coches, no confundamos más) alguien me observaba. Es lo que da el brillo: profundidad. Y también pensé si el marido no acabará cantando lo que ya los castrati cantaban lo que ahora canta la sublime Cecilia Bartoli(ved sino los 15 segundos que emplea para decir 'speranza', minutos 1.45 al 2.00).
Geminiano Giocamelli (1692-1740) Cecilia Bartoli
Sposa, non mi conosci.... Madre... tu non m'rammenti! Cieli, che feci mai! E pur sono il tuo cor... Il tuo figlio... Il tuo amor... La tua speranza!
Palra... ma sei infedel! Credi... ma sei crudel! Morir mi lascerai.. mi lascerai morir... o Dio, manca il valor e la costanza.
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Mi esposa no me conoce. Mi madre no me escucha. ¡Cielos, qué les hice! ¡Si yo soy su corazón, su hijo, su amor y su esperanza!
¡Les hablaré, pero no confían en mí! ¡Creo que son crueles! ¡Pues déjame morir, dejen me muera! Oh Dios, mi confianza y fuerza ha sido un error.
Donde vas dicen que hay elefantes. Dicen que aprendieron a quedarse inmóviles para evitar ser capturados.
Creí oírlos barritar antes de entrar en ese bosque. Anduve entre los troncos de los árboles y me paré. Un corazón desproporcionado se batía cerca de mis orejas; allí nada se movía. Dudé por un momento si tocar a aquellos troncos. Sí, en cambio, los rodeé. Me privó su camuflaje verde. El corazón los delata, pensé. Mi corazón también se batía en un precipicio de gozo. Intuí que verlos y no tocarlos era la mejor opción.
Enroscarse es una buena opción. Comprar muelles también: Muelles ROS, calle Ronda de Atocha, nº 16, Madrid. Todos los muelle imaginables, dorados, mínimos. Elásticos todos. ¿Habéis pensado en un muelle no elástico? ¿Habéis pensado en desenredados? Me enseñaron la palabra torzal y yo soñaba con algo abrigado, con un fuego concentrado, epitelial. Quise tener una casa donde los caracoles supiesen divagar sobre la velocidad de la pasión. Hallé caparazones lentos, hallé silencios obcecados. Pero para éso estoy, para fumigar todo aquello que anquilose. Amig@s, vénganse junto a mi elasticidad. Hoy toca lanzarse. Los viajes tienen su inercia y su equipaje, mínimo si se quiere, pero al menos el cuerpo. Bienhallados, sigamos con la espiral.
Un muelle (Pauline en la playa, disco: Física del Equipaje)
Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.
El texto de arriba es de Julio Cortázar. Rayuela, capítulo 1. Este paraguas también murió dignamente en un terreno de siembra, nada de barranco. Paraguas casual lo llamo yo. ¿Qué ventolera lo traería hasta este lugar? Quise asociar el paraguas a un buitre que el día anterior había fotografiado. Desajuste en el aterrizaje del buitre, porción de azar en el paraguas. Sensación de agua, evaporación de carroña. Curiosas situaciones en las que el viento colabora. O como dice FIA NA ROCA en su tema: O sube la tierra o baja el cielo de su disco 'Aguardando a que pase algo'. Quizá sea mejor mojarse el el amor (no confundir con amar).