
cuando de en vez
que la óptica amanilla
ruedan agacirrados últimos
los humos entre los dedeos
antes de entrear
y por un rato la puerta
curciliar nos cambia
encabezándonos el sombrero
lo que tiene un caparate
anflao de pasteis
tolo dulce me viene
toca la óptica en mi lúpula
ocular y no sólo me funde
con el engaño, confunde
las balabras pero se entiende.
-Señor, dé la última calada.