lunes, 29 de marzo de 2010

Ave


Recuerdos de pequeña: el cura de mi pueblo: hosco a rabiar. Las niñas apenas teníamos relacion con él. Eran los niños los que hacían las tareas de monaguillo. Ellos llamaban 'cuervo' a don Emilio.
Ese recuerdo ha vuelto a mi cabeza la semana pasada durante mi viaje a Roma. Fue ante la cúpula del Vaticano. Algo debió trascender en mí cuando yo señalaba asustada a esa ave oscura y que para nada se parecía al Ave del Paraíso. Un guarda de seguidad atajó: 'È un cedro'.
Me aliviaron, me repuse. Pero seguía notando un aleteo extraño, no podía quitarme de encima unas garras interiores. Aquel lugar, aquella solemnidad, aquel trasiego de gente, arte, religión, pasión, oscuridad.
Dudé si subir a aquella cúpula preservada por aquella ave, porque para mí seguía siendo ave disfrazada. Subí sin asombrarme de las escaleras mas sí de Roma vista en 360º y desde arriba. Y volví a ver a aquella ave desde arriba. 'È un cedro', recuerdo que me dijeron. Pensé en ese momento cómo desgajando la oscuridad se puede ver todo más claro.
Del Vaticano me quedo con sus imponentes cedros y pinos laricios, amén de las pinturas de Miguel Ángel.