

Como veis, no abandono los cementerios. Preciso, no abandono lo que despunta de ellos, la vida que acogen.
Cipreses en fervor de lanza.
Cipreses para dar miedo y así lo aseguro de cuando pequeña me decían de no acercarme al camposanto. Este cementerio es el de Madridejos que, junto a la nacional IV, uno pasa sin evitar verlo. Transitar es ya otra cuestión. Pero igual que no abandono los cementerios tampoco el cielo. Y si me dan una oportunidad trato de acercarme.
Aun por alto no diré que no he llegado.
Esas escaleras mecánicas de tan color relevante están junto al cementerio aludido. Se prestan a que te suban, a ser reina del color, a gestionar una nube.
Claro veo que el alto color
no entiende de muerte.