viernes, 26 de febrero de 2010

Ronsel



Ronsel, me llamaste.
Ronsel, te llamé.
Volvía a conectar de nuevo
su día el cielo, fiable,
finalmente despejado,
para seguirnos alojando
en astillas iluminadas, perfecto,
gigante la boca azul, danza
amarrada a la transparencia del aire,
todo útil, Ronsel, me llamaste,
te llamé igual, mismos nuestros nombres,
zas,
troceaste la dirección, pertinaz desvío quitándote, elevándote,
patinándome en la voz, queriéndote llamar, acudiéndote y tu lejos,
voraz vuelo, secundando los posibles rayos de la capacidad tormentosa de la lluvia
que había de venir, Ronsel, me llamaste, Ronsel, te llamé, porque era oportuno,
aunque fuese, quedarse sin voz, Ronsel.

Csárdá de Monti, al violín Maxim Vengerov

¿Se puede estrangular tan bellamente un violín hasta hacerlo pájaro?
Escuchen esa Csárdá propuesta en el enlace de arriba, por favor.
O esta otra:


Csárda de Monti