

A estas traviesas de la antigua vía que iba de Segovia a Medina del Campo no les hace falta el capirote para salir en procesión. Se libraron de sus ojos atornillados para quedarse con una eterna mirada triste y oculta.
El verdadero calvario lo pasa mucha gente día a día y a cara descubierta.
Pero lo más triste es que el mundo continúa a golpe de marcha fúnebre.