Ya entró una libélula en reposo el día trece de agosto. Era en una playa del levante. Ya aludí a la rareza del insecto entre los bañistas, de lo alucinada que quedé. Todas las fotos que os muestro ahora tienen un elemento en común, aparte del cielo. Otra libélula. Quisiera creer que no es la misma, aunque nada me importaría si lo fuese. El entorno donde esa libélula me embelesó hasta no decir basta fue radicalmente distinto. No había agua en unos kilómetros a la redonda. Pero, lo que se dice, ni una gota. El entorno es el del reseco campo de carrascas, gamonitas, esparto y romero cercano a la Osa de Montiel. ¡Que alguien me lo explique! Con una chicharrera de los demonios, qué hacía aquel insecto por allí. Si sigo allí, seguro que todavía me estaría rondando. Ya sé, estaba al acecho. Pues hala, que alguien se dé un paseíto por allí a ver si vuelve a ver alguna. No sé, pero cuando presencio esas situaciones tan insólitas creo que hay meigas detrás. Pensé por un momento que era una prueba de acrobacia. Y lo fue. El campo es lo que tiene de bullicioso, lo mismo te atacan por los oídos que por el cielo. Pero que conste que, aparte de quedarme embelesada, me defendí como pude: disparándola. Al final, una pluma despistada (que de dónde coños vendría) puso la nota de sosiego y me recosté en mi tesoro alado.
Se quedaron estos calabacines en la huerta cuando eran verdes. Pasaron bastantes días y se arrugaron. Y el mayor capricho: cambió su color.
Y sí, color como destreza del tiempo. Aconteció, pude pensar. Sucede que el color no se inhibe, o por viejo algo, o por maduro, piezas que rescatan un naranja oculto. Siendo como es el color, manantial no adulterado, preciso, esquivo a lo uniforme, incierto también. Tiempo que decolora aquella puerta, fantasma que entraña el color. No todo pues exuberancia, pero sí ciclo. No dudar de las pinceladas sabias que parte tienen de íntimo, que salen sin evitar nada.
Sí, aún quedan especies autóctonas de ciruelas. Si uno se informa sobre las diferentes variedades de peras que había en el pueblo de Madrid llamado La Hiruela alucina. Sí, dicho así, a-l-u-c-i-n-a. Sí, todo echado a perder. Nuestra comodidad por lo bello, por el producto enfundado, por lo no macado. Esta ciruela, ya caída en el suelo, no sólo la fotografié por su belleza y su color sino que me la comí. Bastó mirarla para saber que su interior era dulce y su gesto de entrega inmediato. Muchos de los árboles de esas especies autóctonas se están abandonando. El árbol de donde procede esta ciruela también. Muchas de ellas estaban ya maduras y reventadas en el suelo. El resto allí esperaba, en el árbol. Algún trepador me proporcionó no sólo el sabor de antes al traerme una pocas sino el sabor de ahora, el sabor del instante, el sabor lleno.
Una clara invitación al vuelo. Hay de todas las aerolíneas. Aquí no existe el low cost o bajo coste. Hay oportunidad de volar bajo la densa mansedumbre que alza el airbús cicónico sobre el cereal, o sobre la sombra elevada del mirar negro de los milanos, o, si se tiene miedo, acudir al lento gregarismo de las avefrías. Vuelo para elegir, primer, segundo plato y postre. Vuelo y alimento. Alguien (vuelvo a la escasez de memoria o al revoltijo de la misma) que no recuerdo bien me dijo por sencillos estos versines. Por sencillos, no por imposibles:
Dame por vuelo el ímpetu sencillo de poder verte.
Disfrutad con esta bulería delicada del genial Paco de Lucía. Nadie sin vuelo. Aquí os dejo con este combustible auditivo:
Volar (Bulería de Paco de Lucía)
Volar, volar, volar yo sólo quiero volar yo quiero vivir a mi aire y que no me lo reproche naide.
El vuelo como metáfora. ¡Lo que daría de sí para nutrir pensamientos, poemas y literatura! Y si no que se lo digan a Antonie Saint Exupery. Pero a lo que hoy voy: No es fácil, no sólo lo que canta Marisa Montes. No es fácil que dos tórtolas se te cuadren así, a derechas, a izquierdas, qué que monas vais a salir, que si este gesto, que si el otro. No fue fácil, fue casualidad, fue soportar su monótono arrullo en un parque mientras leía al genial Abilio Estévez en su 'Manual de tentaciones'. Y lo que no es fácil es cazarlas al vuelo, así, sin preparación, a voleo. No son fáciles muchas cosas. También no son tan difíciles muchas cosas. Con el vuelo se aprende ligereza, con el vuelo corres el riesgo de una caída inoportuna. Pero no me digáis que el reposo de esas tórtolas no admite dulzura. Vuelo es libre, vuelo es sueño.
Valga este verso que dejo que no sé si lo oí, me lo oí, me lo dije, o me lo pronunciaron. Pero lo dejo breve, tal y como es porque para mí vale ampliamente. .
¿Qué animal en su crin más iluminada no es libre?
Marisa Monte Composição: Marisa Monte/Arnaldo Antunes/Carlinhos Brown
Não é fácil Não pensar em você Não é fácil É estranho Não te contar meus planos Não te encontrar Todo dia de manhã Enquanto tomo meu café amargo É, ainda boto fé De um dia te ter ao meu lado Na verdade eu preciso aprender Não é fácil, não é fácil Onde você anda Onde está você Toda vez que saio Me preparo pra talvez te ver Na verdade eu preciso esquecer Não é fácil, não é fácil Todo dia de manhã Enquanto tomo meu café amargo É, ainda boto fé De um dia te ter ao meu lado O que eu faço O que posso fazer? Não é fácil Não é fácil Se você quisesse ia ser tão legal Acho que eu seria mais feliz Do que qualquer mortal Na verdade não consigo esquecer Não é fácil É estranho
Contigo Aprendí Armando Manzanero
Contigo aprendí
Que existen nuevas y mejores emociones Contigo aprendí A conocer un mundo lleno de ilusiones Aprendí que la semana tiene más de siete días Hacer mayores mis contadas alegrías Y a ser dichoso yo contigo lo aprendí
Contigo aprendí
A ver la luz del otro lado de la luna Contigo aprendí Que tú presencia no la cambio por ninguna Aprendí que puede un beso ser más dulce y más profundo Que puedo irme mañana mismo de este mundo Las cosas buenas ya contigo las viví Y contigo aprendí Que yo nací el día en que te conocí.
Hallar una libélula a nivel de mar y en la playa me resultó raro. Asombro. Siempre las vi junto a los ríos, o zonas de aguas pantanosas o estancadas. Hice lo que pude, entre tanta gente. Su nerviosismo la hacía volar y posarse. Gracias a ese objeto brillante la pude localizar. Os puedo asegurar que no fue fácil. Repito, no fue fácil e hice lo que pude. Pero entendí su mensaje:
Me es libélula. Ella me es lazada, alas mantenidas de aire que nunca frunce el ceño. No necesita que yo la alabe, leve, sin doblar sus alas, me acaricia. Son escasos los segundos en que me viene. Y aun así, me es libélula, me es alcance, me refugia los ojos un instante justo. Hablaría de ella, y lo hago cuando ya estoy lejos, y lo merece por ser de ella inquieto el susurro. Decir que me es libélula, es decir de lo dentro que inquieta.
Os dejo ahora con un tema hermoso de un Audiolibro de Juan Carlos Mestre titulado 'Lección de Geografía' de su obra 'Antífona de otoño en el valle del Bierzo' junto con un poema suyo titulado 'Libélula'. Lirismo exuberante y gozo de ese tiempo medido con las costuras de la tierra bien llevada a fondo. Seguid disfrutando, amig@s.
Libélula
Juan Carlos Mestre
Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria a la que adulan con la semilla de los ojos. Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, extraños seres petrificados en la ternura como benignos nódulos en la perfección de los huesos. En aquel tiempo yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos del corazón.
Cansadas como paraguas cerrados recogía las maderas auditivas de un mar inexistente y con ellas construía algo parecido a una casa.
En aquellos días algo parecido a una casa eran las conversaciones, palabras relacionadas con la pestaña premonitoria, gatos en los cerezos.
Yo desconocía los vínculos y toda oscuridad era para mí un obsequio, un rumor de la eternidad que se prestaba como cuerpo desnudo a mi mano.
No era la boca del amor la que respiraba ese óxido, sino la imaginación del amor como un sastre con pantalones verdes el día de la felicidad.
Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, la ilusión del hombre es una luz que llega desde lo desconocido mas no es él el dueño de esa invención sino el ruido de un rumor prestado, la cámara del que guarda su placer en ella.
Yo tenía la costura de una libélula en el corazón pero las hojas cerebrales hacían crecer mis manos hacia dentro en busca de una palanca con la que desalojar la piedra del miedo.
Sin esfuerzo comencé a llorar al revés, a confundir los sentidos que guían la gota gramática hacia una lengua extranjera.
Antes que me tomaran por un extraño ya que yo no era el dueño de esa invención me alejé del optimismo de ser entendido por más de dos y comencé a oír mis propias palabras como martillazos retumbando en un espacio vacío.
Era como si el tiempo hubiera dejado de durar, era como si todas las obras imaginadas por un ciego se derritiesen al tacto, como si la langosta hubiera descendido sobre los campos del espíritu.
Yo solo tenía una libélula en el corazón como otros son hermanos del vértigo y llevan la aorta de las constelaciones acogida en sus sienes.
Está bien, las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, es probable que la invisibilidad y estos hechos solo guarden relación con una libélula.