Un hombre y una mujer
Son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
Son uno
He conseguido mirándote,
mirlo,
la dicción clara del vuelo.
La ventana me sirve
para yo verte, para yo
añadirme a tu canto,
ser de cerca tu entramado.
Perenne deseo.
Algo inmediato se presenta. Lo captas y luego crece en ti.
Últimamente me considero fuera de cobertura, lo cual no quiere decir que no emita. El silencio también se capta. Si alguien está en esas zonas que, geográficamente, se llaman de sombra, no hay porqué preocuparse. Quizá esté en un proceso de animalización, y lo digo en el sentido de comportarme como un sencillo animal: cantar al alba como lo hace un gallo o un mirlo, reptar como hace una serpiente, comer alguna que otra bellota como hace un jabalí, desplazarme aéreamente como lo hacen las grullas, tratar de ser astuta como un cuervo. Es por ello que creo que la inmutabilidad de ese gallo de Fez me llevó a pensar que no era tal sino una de esas antenas camufladas para no alterar el entorno. Cresta por antena. Al rojo vivo. Y, puesta a hocicar en la foto, no piensen que quien maneja el móvil es una persona: es un ciervo. Llegado a estas alturas no sé si nos estaremos animalizando o bien electronizando.
