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Mientras paseaba por una calle procesional donde para los coches ya había un toque de queda desde la noche anterior observé lo que yo he dado en llamar la Pasión del Plátano. Me atrajo ese plátano por una razón poderosamente estética. Nunca vi uno así de aplastado y solitario. Con las estrías de la rueda marcadas. Y al lado de una alcantarilla. La voz de un plátano comienza cuando alguien lo abre; el desgarro, cuando alguien lo aplasta. Hay quien verá en un plátano en el suelo como el objetivo a evitar. Yo lo vi con esa suficiente dosis de dolor callado, por verlo así, tan nada y no, por ejemplo, dentro de una compota. Y es que me pirra el plátano y todo su potasio. Y de Canarias, como éste.
2 comentarios:
Pasión y réquiem.
A menudo veo en la manera de pelar el plátano el eco de una cremallera. Había un cómico que le daba un bocado y volvía a cerrarlo. Irónicamente la disposición de la huella del neumático reproduce ese cierre cremallera, ya sellado para siempre.
La verdad es que nunca me he parado a pensarlo. Por lo demás, una de mís frutas preferidas.
Salut
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