lunes, 31 de agosto de 2009

Acrobacia












Ya entró una libélula en reposo el día trece de agosto. Era en una playa del levante. Ya aludí a la rareza del insecto entre los bañistas, de lo alucinada que quedé.
Todas las fotos que os muestro ahora tienen un elemento en común, aparte del cielo. Otra libélula. Quisiera creer que no es la misma, aunque nada me importaría si lo fuese. El entorno donde esa libélula me embelesó hasta no decir basta fue radicalmente distinto. No había agua en unos kilómetros a la redonda. Pero, lo que se dice, ni una gota. El entorno es el del reseco campo de carrascas, gamonitas, esparto y romero cercano a la Osa de Montiel. ¡Que alguien me lo explique! Con una chicharrera de los demonios, qué hacía aquel insecto por allí. Si sigo allí, seguro que todavía me estaría rondando. Ya sé, estaba al acecho. Pues hala, que alguien se dé un paseíto por allí a ver si vuelve a ver alguna. No sé, pero cuando presencio esas situaciones tan insólitas creo que hay meigas detrás. Pensé por un momento que era una prueba de acrobacia. Y lo fue. El campo es lo que tiene de bullicioso, lo mismo te atacan por los oídos que por el cielo. Pero que conste que, aparte de quedarme embelesada, me defendí como pude: disparándola. Al final, una pluma despistada (que de dónde coños vendría) puso la nota de sosiego y me recosté en mi tesoro alado.