miércoles, 26 de agosto de 2009

Sabor




Sí, aún quedan especies autóctonas de ciruelas. Si uno se informa sobre las diferentes variedades de peras que había en el pueblo de Madrid llamado La Hiruela alucina. Sí, dicho así, a-l-u-c-i-n-a. Sí, todo echado a perder. Nuestra comodidad por lo bello, por el producto enfundado, por lo no macado. Esta ciruela, ya caída en el suelo, no sólo la fotografié por su belleza y su color sino que me la comí. Bastó mirarla para saber que su interior era dulce y su gesto de entrega inmediato. Muchos de los árboles de esas especies autóctonas se están abandonando. El árbol de donde procede esta ciruela también. Muchas de ellas estaban ya maduras y reventadas en el suelo. El resto allí esperaba, en el árbol. Algún trepador me proporcionó no sólo el sabor de antes al traerme una pocas sino el sabor de ahora, el sabor del instante, el sabor lleno.