domingo, 28 de junio de 2009

Moscas y escápula (Color)




'No os creáis que aún muerto he terminado.'

Esta frase con la que encabezo la entrada de hoy pertenece al libro titulado ESCAPULARIO del joven escritor mexicano Joaquín Espinoza Estremo (Con 's'). Pertenece a su final y se la dice su protagonista, Vidal Platero Gázquez, a quienes le van a reventar la cara con escopetas recortadas. Deliciosa novela de tintes rulfianos donde la defensa de la tierra frente a la utilización que el narcotráfico hace de ella. El protagonista, antiguo Jesuita, siempre llevaba un escapulario.

Pues esa misma frase me vino a la cabeza cuando fotografié a ese conejo muerto de misomatosis. Ante la muerte de cualquier animal uno puede suponer las delicias que a las moscas acompañan. Y a los gusanos. En la naturaleza, la muerte supone un auténtico expolio para los que tienen que seguir alimentándose. Es decir, la muerte continúa hasta los restos. La muerte puede ser un hecho trivial mas la forma de organizarse en ella supone una efusión cinética de mandíbulas y sofisticados utensilios con un sólo afán: devorar y alimentarse. (En los humanos, ésto también ocurre, tras la muerte, con algunas herencias.)

Amig@s, ¡a todo color!




Antonio Machado

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.