domingo, 3 de mayo de 2009

Nictálope





Me usurparon la entrada del pozo. No importa, como lechuza que soy bien me alimento, bien veo en la oscuridad. Y tiemblen los ratones que andan ensimismados en su roer. Pero por los huesecillos no paso, tragar los trago como devolverlos los devuelvo. Tranquilícense lectoras/es. Mi afición a los excrementos es la meramente derivada de una curiosidad científica o literaria, nada más. Pero en el caso que nos ocupa, la oscura croqueta no es sino una valiosa egagrópila a través de la cual podemos desentrañar lo que comió la lechuza esa noche: un ratoncillo, seguro. Pero este material que presento bajo aperitivo no es sino una regurgitación indeseable y necesaria, facultad que nos debiera ser dada para librarnos siempre de cualquier hueso que se nos atravesase. También, puestos a pedir, la facultad de ver en la noche no estaría nada de más: ajustarse esas lentillas luminosas de las rapaces nocturnas y distinguir el fervor de la claridad que anida en lo oscuro. Buen provecho.