jueves, 12 de marzo de 2009

Céfiros



Italo Calvino en su libro 'Por qué leer a los clásicos' presenta en su punto catorce la siguiente razón de dicha lectura:

'Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.'

Pues como estoy muy primaveral es por lo que quiero aprovechar para plantar de flores este cuaderno. Eso sí, flores salidas sin pedir permiso a nadie. Simplemente porque esas son las flores que me seducen amplia y gratamente. Las cultivadas, para otr@s. Y mi texto aquí se acaba. Expongo sin más ese fresco diente de león que presagia, que impone la primavera cuando los céfiros son caudales. Y acompaño con una parte de la VII Oda del IV libro de Horacio.


Las nieves de fundieron, ya los céspedes
vuelven a las llanuras y el follaje a los árboles.
La tierra se renueva y, al decrecer, los ríos
discurren por sus cauces.
Una Gracia, desnuda, se ha atrevido
a dirigir las danzas junto con sus hermanas
gemelas y las Ninfas. Nada inmortal esperes,
que lo advierten el año y el instante
que se lleva consigo al día bienhechor.
Los fríos se suavizan con los Céfiros,
luego la primavera es aplastada
por el verano, el cual perecerá
cuando, abundante en frutos, el otoño
nos prodigue sus dones;
y pronto vuelve el invierno inactivo.

Hecho ya este recorrido estacional con Horacio, a la espera quedo de dar a ese diente el soplido que merezca. Previo a mis deseos, como en la infancia.