martes, 3 de marzo de 2009

Vangoghianos




Ya tuvimos un encuentro en el inicio de este cuaderno con una procesión de vides. Ahora aíslo una una cepa añosa a la que el tiempo ha dedicado su punto más inquieto de color. Así son los líquenes de vangoghianos, trazan su postura cuando la humedad ya no es transitoria, cuando el tiempo es irrefutable. Podrían las uvas de la variedad airén dar también vino de pinceladas exóticas. Nos conformaremos con un chato sencillo. Dejamos que el resto de cepas revienten en breve o, como se dice en la Mancha, empiecen a llorar la savia que tanto han retenido. Esa es la verdadera procesión: la de los ciclos naturales. Pero me quedo con la estética del retorcimiento, con sus siluetas de alma convulsa.