jueves, 5 de febrero de 2009

Azar



Este paxarico no está en su hábitat natural. Procede de la sierra de Mágina. Allí estaba en el suelo, reposado. Genial, dije. Será fácil tenerlo. Y lo traje a casa. Cada vez que lo miro es como si me retratase su enjambre de reposo. Se dedica a permitir el canto de otros pájaros circundantes, mirlos, verdecillos, verderones, urracas, jilgueros. Sólo sentiría estupor en medio del asfalto. Pero aquí lo tengo, incluyéndolo en la vista de unas ramas de pino y de chopo. Por azar surgió, por casualidad lo tengo. La cámara no se puso nerviosa, acostumbrada como está a otros pájaros inquietos. Pudo disfrutar de él como yo. Es todo un lujo tener un paxarico así entre las manos, pero mayor es el poder ver y sentir a los vivos acumulando aire y dirigiendo cantos. Sentir sin más.