viernes, 19 de diciembre de 2008

Envidia





Siento envidia por ese árbol. Cada año es el primero en mostrarse así, con ese amarillo veloz, como a mí me gusta llamarlo. Amarillo que arranca de verde y concluye en ocres. Se acaba el otoño y ya estamos llenos de nieve. Y yo he querido traer aquí a mi árbol como estaba a principios de octubre. Lo traigo con un poema ceñido.

Poema ceñido a un árbol

Afluente sabio, no impostor, alcanzas
un periodo tan dichoso, tan mimbre,
envergadura y caudal de tu timbre,
que ojos, de ese amarillo, gozan lanzas.

Parada, te miro y te me avalanzas
como fuego que tú eres, todo lumbre
en color acechante, todo urdimbre,
escogiendo de ti todas las danzas.

Es un pulso a la luz, un hondo riego
dispuesto a voltear toda afonía,
síntoma claro de pasar por ciego.

Sé amplio, duradero, pura anarquía,
a todas voces, procura sosiego,
nada prives al color, amnistía.